Acerca de ‘Tricolor’

No hay hola.

Lo admito: me ha costado acabar este relato. La no existencia de requisitos más allá de ‘que sea de miedo’ me dejó desarmado. Y esa situación me sorprendió sobre todo porque hace cosa de veinte años la inmensa mayoría de lo que escribía se podía considerar como terror. ¿Qué cojones ha pasado en mi cabeza tras estos casi ocho años de no escribir nada de nada?

No surgía ninguna idea. Nada de nada. El tiempo pasaba, los días transcurrían y me jodía ver cómo no se me ocurría una sola línea.

Nada. Vacío.

Y entonces se me ocurrió jugar con eso de la ‘vacuidad’. No era la primera vez que creaba un relato ambientado en un escenario vacío. Me da que no será la última.

Con un escenario vacío, desierto hasta extremos absolutos, se puede jugar muy bien con sentimientos alienación, incomprensión y desamparo. Despertarse desnudo en medio de una vacuidad cegadora y absoluta. Una vez inmersos en esa situación pasar a la angustia y el terror apenas supone dar al protagonista un ligero empujón. ¿Y qué mejor para ello que introducir un nuevo elemento incomprensible que no puede controlar?

Como se adivinará, el color tiene su importancia en este relato. La blancura total, aunque molesta, creo que tranquiliza. Se puede asociar a la claridad del sol, al cielo, a algo plácido y nada amenazador. Con contraste, en el mundo occidental el negro se asocia a la noche, a la muerte. Como contrapunto a esa engañosa tranquilidad del blanco, el protagonista empieza a verse acosado por el color negro. Y lo que éste oculta. El juego de colores, siguiendo el clasicismo, no podía llevar más que a otro color: el del dolor y la sangre. El rojo. Nada más que en el cuento el dolor y la sangre llega de la mano del negro. ¿Qué podía aportar el color rojo a este cuento que no estuviera ya presente? El giro de tuerca que transforme de manera definitiva el placentero blanco, casi celestial, en todo lo contrario.

Tres colores para una pesadilla sin forma. Espero que guste.

No hay adiós.