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Veía lo de los hondureños y algo me sonaba

No hay hola.

Pues sí, me sonaba, y ahora os lo explico.

Supongo que más de uno habrá leído las noticias referentes a esa columna de gente que ha salido desde Honduras y ya ha llegado a México. La necesidad, la desesperación, les ha hecho abandonar sus hogares para iniciar una marcha en dirección noroeste. ¿Hacia dónde? Pues hacia la tierra prometida, esa que se hace llamar «de los libres». Los números dicen que se trata de una primera columna de varios miles de personas, de los que uno de cada cuarto son niños.

Un grupo de migrantes cruzan en balsa el río Suchiate para llegar a México / VÍDEO: ATLAS. HÉCTOR GUERRERO. Fuente.

La cosa es que mientras leía las noticias algo me rondaba la cabeza, algo que tras una simple búsqueda en mi ordenador me ha llevado a esta línea:

«20 de julio de 2019. La oleada sudamericana atraviesa México y llega a la frontera sur del Granero Norteamericano».

La línea sale de un relato que colgué en la web hace cosa de tres años: ‘Medidas drásticas’. Así sola, se parece de manera más que nada tangencial a lo que sucede estos días en México. Pero para aclarar de qué iba el tema hay que leer un poco más arriba:

«2 de julio de 2019. Haciendo suyo el leitmotiv de ‘Hagan sitio, hagan sitio’ empieza la primera migración de ciudadanos del PPU hacia Los Graneros. El PPU suministra medios de transporte a los emigrantes. La mayoría de los movilizados rehúyen la prensa, pero los que no lo hacen apenas pueden ocultar que junto al hambre les mueve un difuso espíritu de revancha. “Es hora de que el Norte se cobre lo que le ha hecho al Sur. Quien siembra arena recoge simún”, dice uno de los emigrantes entrevistados.

»15 de julio de 2019. La primera oleada de emigrantes llega al Granero Europeo atravesando Oriente Medio».

Gente hambrienta que atraviesa países buscando comida y una vida mejor en unos países rebautizados como Los Graneros. Esos Graneros del relato son lo que ahora se llamamos Primer Mundo: lo que siempre se ha considerado Occidente ha perdido el poder ante una especie de O.N.U. en la que se han impuesto los países del Tercer Mundo, y ha quedado convertido en zonas de cultivo para alimentar al resto del planeta.

Pero me desvío. En mi cuento hay una marabunta de gente, sureños, que huye del hambre y de la precariedad buscando en el norte una vida mejor y sin hambre. ¿No suena un poco a lo que está ocurriendo? Me parece de lo más triste que se pueda hallar la más mínima semejanza entre un relato tan deprimente como ‘Medidas drásticas’ y la realidad. Doy por hecho que no llegará a suceder lo que narro en él. Pero al mismo tiempo escucho al demente ese que está al frente de los EE.UU. decir que pretende bloquearles con el ejército. Más aún, habla de responder posibles pedradas con tiros (muy israelita eso, cambiar una piedra de un chaval por una bala de un soldado). Oigo todo eso y tiemblo ante lo que puede pasar cuando esa pobre gente llegue a la frontera de los EE.UU. En un país de gatillo tan ligero como los EE.UU.M. (la ‘M’ va por ‘de Mierda’, sí) eso puede acabar como otras matanzas que ya hubo en países civilizados.

Policías rodean los cuerpos de mineros abatidos durante los enfrentamientos en la mina de platino de Lonmin, cerca de Rustenburg, Sudáfrica. Más de 3.000 mineros llevaban protestando por sus condiciones salariales desde el pasado viernes. Fuente.

El mundo cada vez se está volviendo no solo loco, sino estúpido e irracional (por ejemplo, con gilipollas que, en un país envejecido como casi ninguno, están en contra de la inmigración). Eso no me da buenas sensaciones, no. Que alguien pare este jodido tren loco, que me quiero bajar.

Espero que todo esto de los hondureños no degenere en auténticas medidas drásticas.

Aunque no hay que olvidar el último párrafo de mi cuento:

Las palabras de Desmond I resuenan sarcásticas por todo el mundo: “Al final el Ser Humano vencerá”. En efecto, con La Caza hay vencedores y vencidos. Pero cuando el Ser Humano triunfa sobre el Ser Humano sólo hay una auténtica víctima: el propio Ser Humano.

Parece que demasiada gente aún no se da cuenta de ello. El egoísmo y la egolatría dominan el mundo 😦

No hay adiós.

Acerca de ‘seres’ y ‘-mentes’, criaturas nada mitológicas

No hay hola.

Hace unos días, charlando con unos colegas de esto de la afición a la escritura, salió el tema de mi fobia al verbo ‘ser’. En concreto en cómo comento/corrijo los textos de otros que me llegan. Cuando me pongo a comentar un texto suelo acabar resaltando los verbos ‘ser’ cada vez que aparecen, y con ello siempre sugiero su eliminación. La última vez que los empecé a marcarlos (incluso en un cuento de apenas el centenar de palabras) me dijo un compañero: «¿Pero qué problema tienes con el verbo ‘ser’?», y soltó una carcajada.

Pues bien, voy a tratar de reproducir y ampliar lo que dije en ese momento.

Desde hace años considero al verbo ‘ser’ (y en menor medida el ‘estar’) como una palabra comodín. Digo lo de comodín en el sentido en el que hay quien tiende a usarlos en múltiples situaciones, para aplicarse a muy diferentes acciones y/o significados. En el caso concreto del verbo ‘ser’, parece casi un multiusos. No resulta raro encontrar textos en los que ese verbo aparece si no en cada frase, sí varias veces en cada párrafo. No tengo aquí ejemplos de textos libres de derechos que me sirvan de ejemplo (y no voy a colgar los de alguien aficionado), pero quien dude acerca de lo que digo solo tiene que coger un libro cualquiera y comprobarlo. El verbo ‘ser’, en sus diversas formas conjugadas (por no mencionar el de la pasiva innecesaria), tiende a aparecer poco menos que en todas partes.

Como decía, esa abundancia de ‘seres’ me ha acabado generando algo que podría considerar como hipersensibilidad al verbo ‘ser’. De manera inconsciente los detecto, poco menos que si resaltaran dentro de entre las palabras.

Bueno, entre el párrafo anterior y el actual hay un lapso de casi un día. En ese tiempo he pensado mucho (es un decir) y he decidido copiar parte de uno de los libros que en su momento me marcaron. Sé que no tengo derechos del mismo, pero dado que uso el párrafo a modo de muestra de estilo y por puro afán didáctico, espero no tener problemas por ello con el propietario. Ahí va. Voy a resaltar los verbos ‘ser’ que me he encontrado en una lectura rápida:

«En la boca de tormenta había un payaso. La luz era suficiente para que George Denbrough estuviese seguro de lo que veía. Era un payaso, como en el circo o en la tele. Parecía una mezcla de bozo y Clarabell, el que hablaba haciendo sonar su bocina en Howdy Doody, los sábados por la mañana. Búfalo Bob era el único que entendía a Clarabell, y eso siempre hacía reír a George. La cara del payaso metido en la boca de tormenta era blanca; tenía cómicos mechones de pelo rojo a cada lado de la calva y una gran sonrisa de payaso pintada alrededor de la boca. Si George hubiese vivido años después, habría pensado en Ronald Mcdonal antes que en Bozo o en Clarabell».

En todo el párrafo solo hay cuatro ‘seres’, pero os aseguro que hay textos (tanto de aficionados como de profesionales) en los que se prodigan mucho más. He escogido este libro porque, pese a sus defectos formales, tiene una fuerza comparable a muy pocas obras.

Ahora voy a hacer un poco de números:

Proporción de ‘seres’ respecto a la extensión total: 124 palabras / 4 ‘seres’ ≈ 1/17.

Proporción de ‘seres’ respecto a la cantidad de verbos: 15 verbos / 4 ‘seres’ ≈ 1/4.

Como veis, resulta llamativo no sólo su relación entre el total de palabras, sino su relación entre el total de vernos (he contado como verbo simple las formas compuestas), un preocupante 1 sobre 4. Y eso que este texto no sufre la sobreabundancia crítica a la que me refiero.

«Bah», dirá alguno. «¿Qué tiene de malo eso?».

Voy a ello. ¿Qué tiene el verbo ‘ser’ que me produce esa reacción?

Aviso: aquí entro en la valoración personal. Sé que mucha gente no coincide conmigo, algo obvio dado que sin el menor problema se editan textos con esa sobreabundancia.

A lo que iba: ¿qué tiene este verbo ‘ser’ que tanto me irrita? Su presencia excesiva, siempre desde mi punto de vista, arruina textos. ¿Cómo sucede eso? Pues porque, en la inmensa mayoría de las ocasiones, la presencia de uno de los ‘seres’ sustituye, por no decir quieta de en medio, a otro verbo diferente, más activo, más plástico, más visual o todo a la vez. A un verbo o un cambio en la estructura de la frase, incluso sin verbo alguno, pero un cambio de más viveza y dinamismo, más de mostrar en vez de contar.

Voy a retomar el texto anterior y realizar cuatro simples cambios de verbo:

«En la boca de tormenta había un payaso. Aquella luz bastaba para que George Denbrough estuviese seguro de lo que veía. Se trataba de un payaso, como en el circo o en la tele. Parecía una mezcla de bozo y Clarabell, el que hablaba haciendo sonar su bocina en Howdy Doody, los sábados por la mañana. Solo Búfalo Bob entendía a Clarabell, y eso siempre hacía reír a George. La cara del payaso metido en la boca de tormenta lucía blanca; tenía cómicos mechones de pelo rojo a cada lado de la calva y una gran sonrisa de payaso pintada alrededor de la boca. Si George hubiese vivido años después, habría pensado en Ronald Mcdonal antes que en Bozo o en Clarabell».

¿Ha perdido algo el texto al quitar los ‘seres’? mirad: queda claro que había bastante luz, el payaso sigue ahí, presente, se ha fortalecido la relación entre Búfalo Bob y Clarabell de tal manera que ahora los une un único y claro verbo, y de repente la cara del payaso no ‘es blanca’—sin más— sino que posee un matiz luminoso que bajo la tormenta llama la atención. Y todo eso sin necesitar el verbo comodín ‘ser’.

Vale, ya no es el texto original del autor pero, ¿gana o pierde? Para mí, gana.

Os invito a analizar textos de otros autores y tratar de hacer este ejercicio: a lo mejor os lleváis una sorpresa y descubrís cómo los textos se pueden mejorar.

Tras años practicando esta manera de leer, he llegado a un punto en el que intento de manera inconsciente nunca poner ‘seres’: sí, de vez en cuando se me escapa alguno (y sé que a veces resulta/es imposible huir de ellos), pero siempre trato de evitarlos.

Ahora que tengo ya esto escrito, cuando alguien me pregunte por qué le recomiendo no usar ‘seres’ ya tendré la respuesta preparada 😉

Hasta ahora he hablado de uno de los monstruos nada mitológicos de la escritura: el ‘ser’. Ahora hablaré de otro: el ‘-mente’. Con este en concreto no me voy a extender tanto como con el ‘ser’.

Cuando digo ‘-mente’ me refiero a los adverbios modales formados por una adjetivo como raíz y la terminación ‘-mente’. Pues bien, esos adverbios tan infantiles (perdón, pero ese adjetivo me viene a la mente al pensar en ellos, recordando cómo escribía yo de pequeño), si no tienes cuidado, acaban proliferando como chinches. Tal y como sucede con los ‘seres’, para cada ‘-mente’ suele existir siempre otro adverbio (o, mejor aún, una descripción modal) que le puede sustituir. De nuevo os invito a practicar a con ellos: buscarlos, contarlos, tratar de sustituirlos y comparar con el texto original.

El autor antes citado tiene por frase ‘consejo de escritura’ la de «El camino al infierno está enlosado de adverbios». Una pena que él mismo, sobre todo en sus obras más recientes, se haya empeñado en empedrar toda una autopista al infierno.

Sigo. Si en vez de escribir ‘caminé lentamente’ pongo  ‘caminé con paso de tortuga’ o ‘caminé con la calma de un reo acercándose al patíbulo’, creo (yo, insisto, yo) que consigo que el texto gane en calidad. Hablo de calidad y me refiero a mostrar más que contar, la regla olvidada por muchos aficionados… y no tan eficionados.

Para ver cómo el exceso de ‘-mentes’ se carga un texto no os voy a copiar ninguno. Eso ya lo he dicho antes. Por el contrario, os invito a sufrir la tortura de leer el relato «El segundo deseo» de Brian Lumley. Lo podéis encontrar en la antología Nuevos cuentos de los Mitos de Cthulhu, de la editorial Valdemar. Si alguno se atreve con él y quiere comentarme su impresión al acabar el último párrafo, invitado está. Yo, ¿por fortuna?, no sé dónde he metido el libro. Así no me tienta la idea de volver a leer/sufrir ese cuento.

Acabo ya.

¿Y todo esto, a qué viene? A que creo que la literatura debe poseer, en primer lugar, un cariz visual, inmersivo. Usando este tipo de muletillas, hábitos y defectos formales inciden en que los textos pierden (en mayor o menor medida) esa esencia descriptiva. De nuevo hago mención al mostrar más que contar.

También considero que escribir debe tener mucho de reto, de esfuerzo. Caer en muletillas y hábitos como los que he descrito va en contra de ese espíritu de superación. Más aún, un texto sobrecargado de ‘seres’ y ‘-mentes’ me indica dos cosas: o que no sepa el problema que representan, o que lo sabe y le da igual (esto es, dejadez, indiferencia y, al final, falta de respeto hacia el lector y hacia su propia obra). Sí, puede que con un texto descuidado vendas más, pero a lo mejor acabas convertido en un mero juntaletras. Y yo (y hablo de mí) a ese tipo de juntaletras nunca los llamo escritores. Ya pueden vender millones de libros y poseer fama internacional, pero un texto apresurado y descuidado no los convierte en escritores.

No hay adiós.

PD: Maquetando esta entrada veo que ya hablé una vez de los de los ‘seres’. Maldita memoria de pez.

Un lío creado por no saber usar los dos puntos (:)

 

No hay hola.

No tenía pensado poner nada en el blog hasta dentro de unos días, pero acabo de leer una noticia que me parece tan ridícula (al tiempo que indicativa y alarmante) que voy a escribir unas palabras.

Apareció en Diario 16, pero llegué a ella a través de menéame.

Todo empezó con esto:

Vaya tontería, ¿no? Pues se ve que esa tontería ha armado un lío increíble. El padre en internet, que se declara ingeniero de minas, en su afán de defender a su hijo de siete años, dijo que las respuestas que dio el niño estaban bien y que «quien no lo ha entendido bien es el profe» (sic).

Supongo que como ingeniero de minas Ignacio Bárcena sabe mucho de excavar la tierra. Sin embargo su interpretación del ejercicio me demuestra que no ha excavado mucho en lo que se refiere a la montaña de los fundamentos del uso de la lengua española.

Estamos ante un enunciado de seis palabras, seguido de 5 casos a resolver. ¿Complicado de leer y comprender? Pues parece que sí. Pero, ¿por qué? ¿Por qué ni Ignacio Bárcena ni muchos otros no lo han sabido comprender? Pues porque él, como el resto que le apoya, no saben cómo funciona el signo ortográfico dos puntos (:).

¿Quién nos dice cómo funciona ese incomprendido? Pues, por supuesto, la RAE. Aquí dejo el texto donde se explica su uso. Citaré su inicio:

«dos puntos. Signo de puntuación (:) que representa una pausa mayor que la de la coma y menor que la del punto. Detienen el discurso para llamar la atención sobre lo que sigue, que siempre está en estrecha relación con el texto precedente. Se escriben pegados a la palabra o el signo que los antecede, y separados por un espacio de la palabra o el signo que los sigue.

1. Usos lingüísticos

1.1. Preceden a una enumeración de carácter explicativo: Ayer me compré dos libros: uno de Carlos Fuentes y otro de Cortázar».

Su se usase la comprensión lectora (especie en vías de extinción, al menos más allá de los 140 caracteres), se hubiera leía y entendido el punto 1.1, lo que impediría debates ridículos como el descrito en la noticia.

¿Qué se infiere del punto 1.1? Que los dos puntos indican que debes expresar/ampliar/detallar/hablar-de el concepto que los antecede. Tal y como dice la RAE, tras ellos debe ir una ‘enumeración de carácter explicativo’.

Yo lo veo claro y conciso: «Diez: 10».

Si en vez de dos puntos (:), tras ’10’ hubiera una coma (,) ya sería otro cantar y se podría dudar de si estamos ante una secuencia del tipo «Diez: 11» o qué. Pero los dos puntos no dejan hueco a la duda: hay que explicar lo que viene delante de ellos.

En definitiva, el twit supone otro ejemplo de cómo ese código de comunicación entre personas llamado idioma español (y al que le tengo tanto cariño) se degrada debido al aumento de la falta de cultura lingüística. Eso sí, ayudado por el odioso y perjudicial ‘pero me sentyende norl?‘.

No hay adiós.

No usar ‘ser’: un reto que debería durar por siempre

No hay hola.

Sólo dar un breve apunte. El taller de este mes de Literaturas va acompañado del ya habitual reto. Pero esta ocasión el reto reza lo siguiente:

Como reto adicional (no obligatorio), os proponemos una especie de juego: escribir el relato sin emplear el verbo “ser” en ninguna de sus conjugaciones.

La gente que me conoce del taller sabe de sobra lo que opino de ese verbo ‘ser’. Para mí, a pesar de lo mucho que se recurre a él, más que ayudar a los textos los embarra. ¿Por qué? Porque al incluir un verbo ‘ser’ en una frase suele tener como resultado el dejar por el camino un verbo mucho más ‘visual’ o ‘significativo’. Mi repulsión a ese verbo comodín se parece mucho a la que siento por los nauseabundos adverbio modales tipo ‘—mente’ que empiedran el camino al infierno literario.

¿Qué quiero decir con esto? Que el reto de este mes, el no usar nunca el verbo ‘ser’, no debería quedarse sólo a este mes sino que habría que vivirlo de manera permanente. No digo no poder usar ‘ser’ por el jamás de los jamases, pero sí evitar la sobreutilización que en el lenguaje oral se hace de él.

Bueno, ya he dicho lo que me pedía el cuerpo decir. Y sin necesidad de recurrir a un solo ‘ser’… salvo los de los ejemplos, claro 😛

No hay adiós.

PD: Sí, estas dos simples premisas de ‘buen hacer literario’ (evitar los ‘—mente’ y los ‘seres’) no las cumple la mayoría de autores que leo, afamados o no. Así ocurre que me provocan nauseas algunos textos y traducciones. Pero a ellos les editan; a mí no 😦

Si me quieres apoyar ya puedes hacerlo (un poco más)

No hay hola.

Puede que no te hayas fijado pero de unos días para acá he añadido un poco de html a algunas entradas, en concreto a las que albergan relatos. ¿Qué he añadido? Pues algo tan sencillo como un texto así:

¿Te ha gustado el cuento? Si quieres me puedes premiar con una donación: PayPal Donate Button

Así, si te ha gustado tanto el texto como para apoyarme ya puedes hacerlo de otra forma: donando aunque sea unos centimillos de euro. Mi ego y mi ánimo para seguir escribiendo os lo agradecerán infinitivamente. Por supuesto que siempre queda la primera opción de apoyo, la del comentario o la difusión por twitter, facebook o google+, algo casi más importante que la mera ayuda económica y que siempre os agradezco.

No hay adiós.

Malditos formularios online que destrozan textos

V Edición de Microrrelatos Getafe Negro
V Edición de Microrrelatos Getafe Negro

No hay hola.

Hace unas semanas participé con un relato en el V Concurso de MIcrorrelatos de Getafe Negro (en una entrada posterior hablaré más de eso, que tiene tela). Ahora, un poco aburrido y otro tanto como curiosidad, me he metido en la web de Getafe Negro. En ella se puede encontrar la totalidad de los microrrelatos enviados a dicho concurso. Por supuesto me dispuse a buscar el mío. Y lo encontré… por decir algo: por completo descabalado, sin retorno de carro alguno.

Muestra de formato web relatos del V Concurso de Microtrelatos Getafe Negro
Muestra de formato web relatos del V Concurso de Microtrelatos Getafe Negro

Vamos, un despropósito. Pero no lo digo por el concurso, ni por el jurado: lo digo por la aplicación (la página web con el formulario para el envío de textos) que recoge los textos. La tienen que mejorar. Y hacerlo ya. Dicha página web (o motor o sistema o como se quiera decir) está alojada en Escuela de Escritores: tienen tarea para evitar ese maltrato a los textos de los participantes.

No hay adiós.

Post data: pensándolo con más calma se me ocurre que quizá no sea culpa de Escuela de Escritores. ¿Y sí la culpa la  han tenido los de Getafe Negro? ¿O se trata todo de un error al enviar los datos desde el formulario de Escuela de Escritores a la base de datos de Getafe Negro? Como lo ignoro con seguridad no voy a culpar a nadie. Pero sí estoy seguro de quienes son las víctimas: lectores y autores.

Y sigo viendo cosas raras en la VII Edición de Relatos en Cadena (La Ventana)

VII Concurso La Ventana (Finalistas)

VII Concurso La Ventana (Finalistas)

No hay hola.

Pues sí, seguimos con las incidencias dentro del concurso de La Ventana. Parece que la hubiera tomado con este concurso pero, si veo cosas raras, las digo.

En esta ocasión lo que ha sucedido me parece no sé si igual de grave o más que la anterior. En la página del concurso se lista un decálogo para escribir microrrelatos. Son los siguientes (adjunto además del texto una captura de pantalla con url):

VII Concurso La Ventana: Decálogo
VII Concurso La Ventana: Decálogo

Decálogo para escribir microcuentos

  • Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.
  • Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.
  • Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.
  • Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.
  • El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.
  • Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.
  • Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.
  • Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.
  • Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.
  •   Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.

De este decálogo, opinable, voy a resaltar esta vez el punto segundo: Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.

Ahora miramos los finalistas de la segunda semana y nos encontramos con el texto de Raúl Buñuel, el texto titulado ‘Versión actualizada’ (de nuevo adjunto además del texto una captura de pantalla con url):

VII Concurso La Ventana: Semana 2
VII Concurso La Ventana: Semana 2

Érase una vez una princesa que besó un sapo. El médico le recetó Aciclovir para el herpes labial y haloperidol para la esquizofrenia paranoide.

Ahora que alguien me diga que eso no encaja como ejemplo de lo que no hay que hacer según el párrafo del Decálogo antes descrito.

Que conste que todo esto no lo pongo enfadado por no haber acabado ninguna de mis historias elegida (ya soy mayor como para esas tonterías) sino porque a un concurso literario auspiciado por una escuela de escritores le pido calidad de los textos (lo que no vi la semana anterior en un finalista concreto) y coherencia de criterios (no premiar lo que de entrada dices que no aceptas como microcuento).

Espero que los resultados de la tercera semana (no me han llamado, con lo cual entiendo que ninguno de los dos que envié ha ganado nada; tampoco me extraña ya que me despisté y los redacte con apenas una hora sobre el tiempo límite. Vamos, que no están muy meditados) no defrauden.

No hay adiós.

Autores noveles y la injustificada ‘obligatoriedad’ de la novela

No hay hola.

Hace unos meses, en concreto el 21 de Julio, dejé en el foro de Literautas (sección cafetería) una entrada con el título que arriba habéis leído. En ella puse lo siguiente:

Hola a todos.

Quiero plantear esta impresión mía, impresión que tengo ya casi grabada en la frente tras haber leído más de uno y más de dos libros de novato.

¿Porqué los editores comerciales españoles (ignoro la realidad en otros países) rechazan casi por norma la compilación de relatos (o incluso el fix-up) como un medio válido de publicación, sobre todo para autores nóveles? Tengo la impresión de que el autor novel (si quiere salir de la autoedición, los blogs, fanzines, etc.) debe por obligación dar el salto y pasar a la larga extensión (el salto suele acabar muy a menudo en batacazo).

La experiencia más cercana que conozco: un amigo hace ya muchos años, tras publicar en algunos fanzines, recibió una propuesta de un editor de publicarle… pero le pedía no una colección de relatos sino una novela. Al final, por razones ajenas al chico, todo se quedó en humo. Pero mientras estaba liado con la redacción de la novela me decía, entre enfadado y frustrado, que se le hacía cuesta arriba el redactarla: estaba acostumbrado a relatos de no más de diez mil palabras. Pasar de diez a ochenta o cien mil palabras, y que quedara algo digno, me parece excesivo; más aun cuando estos autores nuevos se mueven mejor en la corta extensión.

Hay una pregunta que siempre he querido plantearle a un editor ‘de los que paga a sus autores’, de editoriales mediadas/grandes: ¿quieres sacar réditos a un autor y lo primero que haces es pedirle que abandone el medio en el que le has conocido, en el que mejor se mueve y en el que ha demostrado una valía que te ha gustado? Lo veo de locos, ponerte palos en tus propias ruedas…

No sé si se trata de una impresión sólo mía o si hay alguien que piensa de igual manera.

Un saludo, Juan.

Hoy se ha otorgado el Premio Nobel de Literatura a Alice Munro, una cuentista. Supongo que, como todos los años, los editores mierderos españoles se pelearán pors los derechos de autor del premiado y empezarán a publicar lo principal de su obra. Sólo que hasta ahora casi por norma esa producción se basaba en la sobrevalorada novela. Oño, que esta mujer sólo tiene una novela, dirán los gañanes de las grande editoriales. ¿Han premiado a alguien tan poco serio como para no dedicarse a escribir tochos de quinientas páginas? Estos suecos se han vuelto locos, y los gañanes se reirán, pero comprarán derechos y editarán. Quizá alguno, espero que bastantes, digan a ver si es que en esto de la microficción hay dinero. Sí, he puesto dinero adrede ya que los editores de las grandes no publican ni buscan arte o calidad, sólo dinero. Y así nos va.

Como digo, espero con toda ilusión que esta premio suponga la entrada por fin de la nanoficción en el mundo de los ‘editores serios’. La Academia Sueca ha considerado que la ficción no novelada también posee una calidad digna de ese premio. Pero Alice Munro no es más una escritora entre una enorme cantidad de autores, aficionados o no, que escriben ese tipo de textos (que poseen una complejidad distinta pero no por ello menor con respecto a otros géneros).

Ojalá este premio actúe de revulsivo hacia el anquilosado sector editorial español y se multipliquen las recopilaciones de cuentos, ediciones que hasta ahora de manera casi exclusiva han pertenecido a novelistas consagrados de los que ya se vende hasta anotaciones en el papel higiénico (y no me refiero al trabajo de Christopher Tolkien). Me gustaría ver cómo se forma un nuevo ecosistema de microcreación con su edición profesional asociada, donde surjan títulos de autores sin que se hayan visto forzados a pasar antes por la novela.

No hay adiós.

Nota de 17/12/2018: Más de cinco años después yo mismo me he visto arrastrado al fenómeno de escribir novela y ya he firmado el contrato para una. A ver cómo acaba esta nueva aventura.

El contraejemplo envenenado que casi mató al maestro

No hay hola.

En el arte hay numerosos ejemplos dignos de seguir, muestras de maestría que analizadas se convierten en auténticas lecciones de cómo trabajar, de buen hacer.

Un pintor puede pasear por El Prado, por poner un ejemplo, y perderse en casi infinitas lecciones de maestría. Cualquiera puede sumergirse en cuadros de artistas (de distintos lugares y de las más diversas escuelas) y acercarse a los lienzos para estudiar cómo ha aplicado el autor las pinceladas, qué cantidad de pintura ha usado, cómo ha realizado la composición de la escena… mil y un detalles que alguien con ojo experto sabrá identificar y apreciar. Esa forma de admiración se convierte en otra manera más de ensalzar la figura del maestro: a través del análisis se reivindica y engrandece el talento.

Algo similar sucede con la literatura. Alguien que intenta aprender el difícil y minusvalorado arte de escribir puede acercarse a un texto de un consagrado escritor y hallar entre sus páginas auténticas lecciones de la profesión: desde el desarrollo de diálogos a la creación de personajes, pasando por la composición de atmósferas, el uso del tempo narrativo o la tensión. Mil detalles.

Todos esos detalles suponen un auténtico elogio para el maestro. Dicho elogio se puede magnificar más aun a través de la inspiración y/o emulación. Un discípulo auspiciado por un maestro, cuando alcanza la gloria, no hace otra cosa que entronizar a aquel del que aprendió, aquel que le permitió llegar al éxito. La calidad del alumno en cierta manera emana de la del maestro, identificándose con ella.

Pero creo que adelanto acontecimientos. Mejor regresemos a las lecciones magistrales.

Si en la pintura la apreciación de los detalles magistrales depende sobre todo del conocimiento del observador, en la literatura a veces uno se topa con una dificultad añadida: la traducción. El traductor por desgracia en demasiadas ocasiones ofusca al autor, sobre todo en lo relativo a la cuestión formal. Por ello siempre se recomienda, en la medida de lo posible, evitar las traducciones y beber del original: el ficho ‘traductor traidor’, aunque resulte ofensivo para ese gremio, no deja de tener su punto de verdad.

Leer un texto en su idioma original permite descubrir su belleza en estado puro; de ninguna otra manera se tiene mejor acceso al autor. Así se puede descubrir sus auténticas pinceladas como ejemplo de maestría. Y si el idioma original del texto coincide con el materno del estudiante, mejor que mejor: con mayor facilidad podrá arrancar esas gemas de sabiduría.

Pero claro, todo esto hablando de textos de calidad comprobada. Porque luego tenemos los malos textos, los de pésima calidad. Ellos también pueden resultar instructivos, si bien teniendo siempre en mente que se deben tomar de una manera opuesta: como contraejemplo.

Invito a todo el que quiera a leer el siguiente texto:

Autor: Daniel Quezada Tomianovic

Título: ‘Ficción I’

A grandes zancadas sobre las olas que dejó una rueda al pasar por el agua, corro hasta el borde de la alcantarilla, me acerco a la acera, lo que me ayuda a estimar mi altura, la cual no sobrepasa los cuarenta centímetros, me doy cuenta de que el

experimento tuvo éxito, el problema es que al parecer no ha sido contenido dentro del laboratorio, pero ahora comprendo que este no es mi mayor problema, ya que acabo de verme pasar, de tamaño normal, conversando al teléfono  despreocupado.

Está copiado tal cual de la web que aloja el concurso de microrrelatos del programa de radio La Ventana, concurso apoyado y aconsejado por la empresa llamada Escuela de Escritores. A continuación adjunto una captura de pantalla del mismo, url incluida.

VII Concurso La Ventana Semana 1
VII Concurso La Ventana Semana 1

A mi edad, habiendo leído casi sin la menor dudad más de dos mil libros leídos, me considero un lector con criterio. Un criterio que me permite discernir lo bueno de lo malo, la calidad de la basura. Y en mi criterio de lector fogueado sólo puedo calificar como malo el texto arriba citado. Como muy malo. Lo digo con todo el respeto hacia Daniel Quezada Tomianovic, pero en ese texto (ni siquiera se ha molestado en darle un título apropiado al contenido) encuentro semejante cantidad de defectos que creo que si estuviera incluido en un examen de literatura suspendería de manera automática. Sobre todo destaca en él la horrenda puntuación, sí, pero a ella hay que añadir fallos de concordancia, repeticiones mal engarzadas, abuso de verbo comodín, detalles en descripciones que resultan grotescos en un microcuento, faltas de ortografía… Todo eso en un texto de ochenta y un palabras.

Pero lo dicho: no culpo a Daniel Quezada Tomianovic. Él ha mandado un texto escribiendo lo mejor que ha creído posible, y ahí acaba su ‘culpa’.

Otra cosa muy diferente es que haya llegado a finalista de un concurso de microrrelatos. Un concurso de microrrelatos en el que, como parte del jurado, hay miembros de una Escuela de Escritores.

Al inicio de esta entrada he hablado de cómo las obras de los maestros suponen auténticas lecciones para los aprendices. Más aun, el extraer esas enseñanzas de dichas obras maestras ensalza al autor. También he descrito como la gloria y el buen hacer de los alumnos ensalza al maestro, convirtiéndose en referencia.

¿Qué me dice esta Ficción I del jurado que la ha escogido como finalista? Nada bueno, no señor. ¿Y qué me dice que en el jurado haya miembros de una autodenominada Escuela de Escritores? Pues que algo no me cuadra. Algo muy gordo. Se me ocurren dos posibles explicaciones a este engendro como finalista:

  1. Por un lado puede pasar que estos miembros de Escuela de Escritoreshan aprobado el texto y le han dado su visto bueno. En ese caso desearía estar en sus mentes para saber qué es lo que han encontrado en él tan reseñable como para acabar escogido finalista, porque NO LO ENTIENDO. De hecho se lo pregunté a través de twitter y no obtuve respuesta (no se lo echo en cara porque seguro que no dan abasto para responder a todos los mensajes que les llegan, aparte de que todos nos podemos despistar). Me he leído el texto ya muchas veces y sigo sin encontrar esa chispa de maestría que justifique su elección. A lo mejor me estoy volviendo ciego, que todo puede suceder.
  2. Por otro lado, si los miembros de Escuela de Escritores no han dado el aprobado a ese texto y aun así ha acabado como finalista, se deducen dos cosas: el nulo conocimiento del arte la escritura por parte de quien lo ha escogido (salvo que, como en el punto anterior, me explique con pelos y señales qué tiene de especial), y que dicha elección ensucia el nombre de Escuela de Escritores al asociar un texto tan burdo a su criterio selectivo.

Y ahora llego a lo que más les puede doler a los de Escuela de Escritores, y principal objetivo de esta entrada. Yo, como aficionado a la escritura que desea mejorar ¿me gastaría el dineral que cuestan los cursos de Escuela de Escritores sabiendo que su criterio de calidad y de buen hacer da validez a ese texto? ¿Los maestros de esa Escuela de Escritores consideran digno de finalista un texto que considero suspendería un examen de redacción? ¿Acaso Escuela de Escritores en realidad se reduce a ‘todo vale’ en aspectos literarios?

Insisto: ignoro lo que pasó para escoger a ese texto. No escucho la radio. De hecho hasta hace una semana ignoraba que existiera ese programa de radio, La Ventana. Tampoco me voy a poner ahora a escucharla, cuando nunca lo he hecho ni lo he necesitado. Pero en mi fuero interno, por completo personal e intransferible, se ha sembrado una muy seria duda acerca de la calidad de un empresa como Escuela de Escritores, una empresa cuyos maestros (esos que crean escritores en base a criterios de calidad) permiten que un texto como el arriba citado acompañe a su nombre.

El texto ‘Ficción I’ creo que se puede catalogar casi sin lugar a dudas como un contraejemplo de ficción mínima, un contraejemplo envenenado que amenaza con matar al maestro que lo apoyó.

No hay adiós.

PD: Escribo esto a las tantas de la madrugada, muerto de sueño y a toda prisa (más de mil trescientas palabras a vuelapluma), pero o lo decía o me moría. Por esas prisas espero sepan disculpar las posibles faltas de ortografía. Ni voy de maestro, ni pretendo serlo.

El sitio de la fanfiction en la literatura

No hay hola.

Un pensamiento rápido.

Hay gente que desprecia la literatura llamada ‘fanfiction‘: la considera de escasa o incluso nula calidad. Pero sin embargo se les llena la boca de halagos cuando hablan de Arthur Machen, Lord Dunsany y H. P. Lovecraft, o del propio Lovecraft junto a August Derleth, Robert Bloch, Ramsey Campbell y Clark. A. Smith, o incluso de Robert E. Howard, L. Sprague de Camp y Lin Carter. ¿Acaso esos autores no formaron grupos más o menos coherentes que dieron lugar a una producción literaria que muy bien se puede considerar fanfiction? ¿Despreciarían el sencillo y directo relato ‘El vampiro estelar’ de Bloch por tratarse de una fanfiction inspirada en la obra de Lovecraft? ¿Menospreciarían las añadiduras que hizo de Camp al Conan el bárbaro de Howard? ¿El Lovecraft primerizo posee menor calidad por su influencia de Machen y Dunsany que el posterior de la época de Los Mitos?

Es que hay que admitirlo: todo un subgénero literario como el de Los Mitos de Cthulhu, con decenas de miles de seguidores, al que se han unido y han enriquecido decenas (por no decir cientos) de autores más o menos consagrados, se reduce a un simple concepto. ¿Cuál? Fanfiction de la obra de H.P.L.

Ante todo quiero dejar claro que no me considero consumidor de fanfiction moderna; tampoco pretendo erigirme como defensor de la misma: seguro que para eso se bastan y se sobran ellos mismos. Sólo pretendo repetir algo que sin duda muchos otros antes que yo ya han dicho: que la perspectiva y la pátina del tiempo coloca a cada uno en su sitio, un puesto que no tiene porqué coincidir (ni de lejos) con el inicial.

No hay adiós.